PERFIL | Jonathan Richman | Retrato de un trovador diferente

juan manuel strassburger
4 min readAug 12, 2022

Publicada en Clarín el 14 de abril de 2010

Jonathan Richman se emocionó tanto cuando su manager le contó que había cerrado su primera gira por Sudamérica que corrió hasta una máquina de escribir y redactó de un tirón esta carta a sus fans y no tanto. “¡Hola a todos ustedes! Soy un cantante y tocador de la guitarra americano. Y voy a cantar en su país un ratito con mi baterista Tommy”, anunció en ese imperfecto castellano que adoptó hace unos años. “No tendré idea qué cantar/ cuando vendrá el momento de actuar (…) En el escenario no pienso repertorio, ni catálogo/ Pienso en el momento, pienso en el diálogo”, anticipó, después de exigirle a la productora independiente que lo trae que: 1) las entradas sean baratas (“no mayores a 20 dólares”); 2) el hospedaje sea sencillo (“nada de lujos, por favor”); y 3) el traslado sea por micro (“porque los aviones contaminan y no sirven para conocer los lugares y la gente”). Como se ve, una lista de requisitos para nada caprichosa que pinta bien en su candor y sencillez a esta leyenda viva de la canción estadounidense.

Nacido en 1951, pero reconocido globalmente recién en 1998 a partir de Loco por Mary (es el trovador que comenta las vicisitudes escatológicas entre Ben Stiller y Cameron Díaz), Jonathan Richman ya era importante desde mucho antes. Entre otras razones, por haber anticipado el post-punk antes de que existiese el punk (con Modern Lovers, su banda entre el ’71 y ’74, hoy considerada de culto); ser poseedor de un carisma entre aniñado y seductor (su voz nasal pero dulce, sus jugueteos con la guitarra y esa mirada entre inocente y pícara conquistan desde el primer segundo); y haber compuesto en más de 30 años de carrera varias canciones que ya ostentan un lugar en la memoria colectiva de Estados Unidos como “I was dancing in a lesbian bar”, “El Ufo Man”, “My Jeans” y “Vampiresa Mujer”, entre otras.

Richman es un ícono de la cultura under, pero también un artista con vocación popular, como lo demuestran sus festejadas apariciones televisivas (pueden verse en YouTube) y el apego que desde el principio mostró por géneros que brillaban en la década del ’50, cuando el capitalismo del primer mundo celebraba el pleno empleo, los niveles récord de consumo y la explosión de las tasas de natalidad (los baby-boomers); y la rebeldía joven era todavía naif o sólo trangresora por el lado sensual y estético (Elvis Presley, Marilyn Monroe, James Dean). Amante total de esos años, este particularísimo autor construyó su carrera alrededor de las músicas que reverberaban entonces: el rock n roll colegial, el doo-wop blanco, el country limpio (aunque desarreglado) y la canción playera de raíz hawaiiana o californiana, además de la balada española a la americana que prácticamente inventó en el disco Te vas a emocionar! (’94) y que le valió una gran amistad con Kiko Veneno, el trovador andaluz.

Sin embargo, a Richman no le alcanzó con la música y también le agregó ética y sentido estético a su propuesta. De de ahí sus formaciones principalmente acústicas a la hora de tocar en vivo (apenas una criolla, un micrófono y la compañía de Tommy Larkins, su baterísta desde hace años); su insistencia en tocar en salones de fiesta y no en discos o clubs (en Buenos Aires rechazó propuestas más top y prefierió el tradicional Salón Real); el jopo y esa vestimenta como de recién egresado de la preparatoria (chequear las portadas de Back in your life y I, Jonathan); su reticencia a viajar en avión y a todo lo que tenga que ver con el mundo digital (Jonathan no manda mails para sus shows sino artesanales tarjetas de invitación); y, por supuesto, los repentinos bailes en medio de un tema: clásicos momentos de éxtasis juvenil, el niño en un cuerpo de grande.

“Soy fanático de El Zorro”, confiesa en la entrevista que puede verse en Take me to the Plaza, el DVD que registra un show suyo en San Francisco. Y la curiosidad confirma, en realidad, el anhelo profundo de su carrera, el programa vital de recrear en sus detalles más graciosos y cotidianos ese universo mítico de su infancia, cuando regían los personajes y las situaciones que luego retrataría en su discografia. Entre ellos, “Abominable Snowman in the supermarket” (el muñeco de nieve como terror y fantasía adolescente), “Ice Cream Man” (el heladero como ídolo de la niñez) o “I’m a little airplane” (el famoso avioncito de los chicos), todas favoritos de sus fans. Jonathan Richman toca por primera vez en la Argentina y como él mismo dice en la carta, es para estar contentos.

Jonathan Richman se presenta el jueves 22 de abril en Casa Babylon, Córdoba, y el viernes 23 y sábado 24 en el Salón Real, Ciudad de Buenos Aires

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juan manuel strassburger

Periodista de espectáculos y cultura. Escribe en en Radar (Pag/12) y Sábado (La Nación). Antes: Clarín, Tiempo Argentino, La Mano, El Cronista y más